jueves, 17 de diciembre de 2015

ARTE DE LOS ABORÍGENES

Arte rupestre y artesanía


El gran desarrollo alcanzado en las actividades artísticas y artesanales fue uno de los rasgos más característicos de esta sociedad.

A partir del barro y del fruto del higüero, los taínos fabricaban diversas vasijas y utensilios para sus labores diarias, tales como ollas, burenes y tinajas, cestas, cucharas y vasos.
La confección de una extraordinaria cerámica para fines funerarios y rituales y la fabricación de una enorme cantidad de ídolos, amuletos y otros artículos de lujos, confeccionados en piedra, madera, concha, hueso y otros materiales no se han conservado tanto, como los de algodón y otros (cuyo semi principal se encuentra en el Museo de Turín, Italia).

Se han encontrado muestras del arte rupestre taíno en diferentes localidades de la isla como en las cuevas de las Maravillas y del Pomier; también, al dar la vuelta al Lago Enriquillo se pueden ver las famosas Caritas.

Otras cuevas conocidas por sus pictografías se encuentran en el Parque del Este y en los Haitises.

Las piezas de alfarería taína halladas en nuestra isla son de superior calidad a las de otras islas, al igual que los artefactos líticos y en madera que conformaron toda una parafernalia para la realización de rituales mágicos religiosos taínos.

Los dos productos de cestería más importantes que quedan como herencia de esta cultura precolombina son la hamaca y el macuto.

El arte de los indios taínos como el de todos los pueblos aborígenes refleja su particular concepción del mundo. Los taínos creían en espíritus superiores que controlaban, a veces caprichosamente, la naturaleza humana y el mundo. A estos espíritus el hombre debía halagar, apaciguar o neutralizar por medio de ritos y ceremonias sagradas. El arte taíno, encarnación de dichas creencias, se expresaba, con relativo o absoluto dominio técnico en agradables formas convencionales, elaboradas con los más diversos materiales. De algunos de sus ejemplares, ejecutados con materia perecedera, sólo nos resta la descripción que de ellos nos dejaron los cronistas de Indias.

Pocos objetos de valor artístico se salvaron de la destrucción sistemática, llevada a cabo por los misioneros y colonizadores, de todo lo que para ellos, tenía significación mágico-religiosa, es decir los ídolos y otros objetos de uso ceremonial. De la destrucción, que obedecía a las ideas religiosas de la época, sólo se salvaron aquellas que se enviaron, como objetos exóticos, a príncipes europeos renacentistas quienes los conservaron en sus gabinetes de curiosidades, y aquellos que, a tiempo, lograron esconder los indios en cuevas y otros lugares inaccesibles para los conquistadores, y que serían, siglos más tarde, re-descubiertos por arqueólogos y campesinos.

 Lo que hoy podemos denominar arte taíno no es otra cosa que la expresión simbólica y estética de su sociedad, de sus necesidades, y sobre todo, de sus creencias y prácticas mágico-religiosas. Es dentro de esta realidad que podemos apreciar e interpretar sus diversas expresiones.

El arte de los taínos, conceptual y a la vez, utilitario, refleja antes de nada, su visión mágico-religiosa, del mundo. Sus obras de arte están representadas por una vasta gama de objetos de uso personal y doméstico, y, en particular, por un rico repertorio ceremonial. La variedad y cantidad de estos objetos, trabajosamente elaborados (recordemos que no disponían de instrumentos metálicos) en los más diversos materiales obtenibles en su ambiente o derivados de su comercio, constituyen la muestra más fehaciente de su innata inclinación artística.

El arte taíno logra sus más bellas expresiones plásticas en el medio escultórico. Con el propósito de lograr su objetivo artístico, los taínos utilizaron las duras piedras como el granito, la diorita, el basalto y otras más fáciles de tallar como el mármol y la serpentina. En muchos casos el color de la piedra, las vetas de la misma y el pulimento que lograba darle facilitaban y enriquecía la obra artística.

También se hacía uso de las bellas y duras maderas de los bosques tropicales como el guayacán, el moralón y el capá. El huesos del manatí, el mamífero de mayor tamaño en la fauna antillana, le proveyó de material para algunos de los más bellos artefactos de uso ceremonial así como para tallar idolillos. El hueso humano, en particular el fémur y el cráneo también le ofrecían la oportunidad de grabar representaciones antropomorfas de carácter mágico-religioso y adornos ceremoniales.



Desgraciadamente, la rápida desintegración de la sociedad aborigen, el clima tropical tan devastador para muchos de los materiales utilizados por los taínos para expresarse artísticamente; así como la falta de interés de los colonizadores para conservar estas manifestaciones de la cultura aborigen, ha sido responsable de que hasta nosotros sólo haya llegado una fracción de los objetos representativos del arte taíno.

Las mejores manifestaciones de la escultura taina son los ídolos de la cojoba. Estos representan figuras antropomorfas masculinas, generalmente acuclilladas, en lo que parece ser una posición ceremonial. Sobre la cabeza, directamente o sostenido por una pieza de madera que salía del dorso del ídolo, figura un plato circular, ligeramente cóncavo, en el que colocaba el polvo alucinógeno que aspiraba el oficiante de la ceremonia.

Al hablar del uso del tejido como complemento de las tallas en madera no podemos dejar de referirnos a la única escultura taína existente totalmente elaborada en tejido de algodón. Nos referimos a una pieza excepcional conservada en el Museo de Turín, Italia, que en la imposibilidad de obtener en préstamo para esta exposición, hemos ilustrado a través de fotografías. Tejida con una técnica parecida al macramé, la figura masculina conserva en el interior de la cabeza un cráneo humano, posiblemente el de un chamán o cacique. El cronista Du Tertre relata la impresión de temor de los caribes de Martinica ante el hallazgo de un ídolo parecido:  

Algunos ídolos de algodón con forma de hombres que tenían granos de jaboncillo en lugar de ojos y una especie de casco hecho de algodón sobre la cabeza, aseguran que era el dios de los igneris que ellos habían masacrado, ni un solo salvaje se atrevía entrar en esta caverna y temblaban de miedo cuando se acercaban a ella ".

Los cemís o ídolos trigonolíticos de varios tipos iconográficamente reconocibles, son las piezas escultóricas más abundantes e interesantes de su parafernalia mágico-religiosa. Por su forma básica, los arqueólogos los han identificado con montañas, con la yuca germinando, con los pechos de la mujer y con dioses o espíritus superiores.

Los cemís trigonolíticos tienen tres partes fundamentales: la proyección anterior, el cono central y la proyección posterior. El cono central, levemente inclinado hacia el frente, define las partes cuando el cemí es sencillo, sin talla alguna. La base del ídolo es, por lo general, ligeramente cóncava, lo que ha hecho creer a algunos estudiosos que estuvo adherida a otros objetos de madera o piedras.

FORMA DE TRANSPORTE Y NAVEGACIÓN






Los taínos tenían formas muy peculiar una de ella era el uso de canoas para transportarse de un lugar a otro. Utilizaban canoas los que vivían en las orillas de los ríos y andaban a pie. Para la navegación, construían sus canoas utilizando un solo tronco, generalmente de caoba o ceiba.

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