jueves, 17 de diciembre de 2015

BAILE QUE PRACTICABAN



La celebración de los ritos y ceremonias taínas, tales como los areítos y la cojoba (inhalación de los polvos alucinógenos), conllevaban toda una serie de expresiones artísticas, manifestadas a través de un rico y vistoso despliegue de cantos, danzas, música, indumentarias, objetos sagrados y adornos personales.

En esta forma rendía homenaje la sociedad indígena a los dioses y espíritus tutelares; requería, mediando ruegos y ayunos, su protección y ayuda y así lograba conocer sus mandatos y decisiones.


El areíto, ceremonia celebrada por diversos motivos y con actividades desde festivas hasta luctuosas, ejemplifica la unión de las distintas expresiones artísticas al servicio del grupo, de la misma manera que la propia sociedad taína representaba la unión de todos los miembros en la conservación de su supervivencia física y espiritual.


Los cronistas de Indias describen los areítos como complejas y largas ceremonias en las que la literatura oral, en forma de declaraciones poéticas, historias míticas y canciones, acompañadas por la música y los ritmos producidos por trompetas y tambores de madera, maracas, flautas, silbatos y fotutos de caracol, así como por el tintineo de sartas de caracoles, servían para recordar las gestas históricas de los taínos e impartir la enseñanza de sus valores tradicionales.


A los cantos y la música acompañaba el baile comunitario, elaborándose para cada ceremonia una complicada coreografía en la que se en lazaban los movimientos de la danza con el despliegue, por los bailarines de la rica gama de ornamentación y de color representado por los llamativos diseños pintados sobre sus cuerpos, las máscaras que cubrían sus rostros, los vistosos adornos de cabeza, hechos de algodón, plumas, paja y oro, y los bellos collares, pulseras, orejas y colgantes con que completaban su atuendo.


El baile y las canciones eran acontecimientos sociales entre los indios antillanos. Acompañaban sus cantares con orquestas monocordes. Dice José Gabriel García:

"... con tambores que hacían de un madero delgado y hueco forrándolo en uno de sus extremos con un cuero bien estirado; con panderos que formaban con conchas de animales; con harpas que hacían valiéndose de unas varas flexibles que introducían dándole la forma de medio arco, en un güiro o calabazo vacío y que encorvaban con finas sogas de cabuya, y con pífanos o flautas hechos de pedazo de caña brava; con maracas y grandes caracoles, de los cuales sacaban notas monótonas y desapacibles."

Las canciones entonadas, así como las danzas, se llamaban areitos. Desgraciadamente nada ha quedado de esta música ni de sus versos.

Había varias clases de areitos: el areito simbólico, perteneciente a la liturgia sagrada, el areito guerrero, con el cual celebraban las victorias bélicas y el areito social, para honrar a personajes célebres. También los areitos servían para transmitir las creencias de generación en generación y eran cantados siempre de la misma manera para no corromperlos.

Los areitos eran dirigidos por una persona principal que recitaba historias danzando en cierto contrapaso. Esas historias eran repetidas en voz más alta por un coro danzante compuesto por hombres, unas veces, o por mujeres, otras, o por grupos mixtos en muchos casos.

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